icon

Cómo desarrollar la mentalidad de cambio

Corporate
Coworking
Innovación Organizativa

El ser humano va por la vida, a menudo, en automático. Estamos acostumbrados a trabajar bajo ritmos acelerados, con altas cargas de trabajo y plazos muy limitados, sin tomar consciencia de las verdaderas implicaciones de nuestras decisiones. 

 

Ya lo ilustraba muy bien Daniel Kahneman en su libro “Pensar rápido, pensar despacio”, en el que nos hablaba de dos jugadores que pelotean en el día a día para ver quién toma las riendas del juego. Lo más curioso es que el que gana normalmente es el jugador 1, el player rápido, intuitivo e inconsciente, que toma decisiones de manera precipitada y que suele reaccionar, en vez de responder. Tal y como nos sucede en la realidad, en el entorno laboral. 

 

¿Por qué suele ganar el sistema rápido e inconsciente? Porque nuestro cerebro busca atajos, y esto le permite ahorrar energía, sin duda, puesto que el nivel de consciencia al que nos conecta es muy bajo.  

 

El sistema operativo rápido nos posibilita ir por la vida demasiado conectados con el “hacer”, como un hámster en la rueda de la jaula y con una actividad eléctrica cortical de 13 o más Hz por segundo (ondas Beta). Estas ondas eléctricas son las más comunes en nuestras horas de vigilia y están asociadas a los estados de alerta, cuando tenemos la atención puesta en el mundo externo, en lo que sucede alrededor. Y tiene lugar cuando nos mantenemos activos, en el trabajo realizando actividades que potencian nuestros niveles de estrés. Y en este ritmo, dejamos de tomar consciencia, incluso de nosotros mismos. Cuando el “hacer” toma las riendas, el jugador 1 desplaza al jugador 2. 

 

Nuestro cerebro no está preparado para el constante ajetreo, la incertidumbre y la presión que vivimos las personas en el entorno laboral actual. Las actividades que exigen gran atención hacen que el ser humano esté en continuo estado de vigilancia. Este tipo de situaciones activan nuestros niveles de cortisol, la hormona del estrés, como nos cuenta Marián Rojas Estapé en su libro “Encuentra tu persona vitamina”. 

 

Por otro lado, Kahneman nos presenta al player 2, consciente y reflexivo, que responde de manera más pausada y, al mismo tiempo, de modo más inteligente. Responde desde la “mano diestra” y no reacciona “desde las tripas” como el player 1. Reaccionar versus responder, dos mecanismos tan antagónicos como soplar y sorber, que difícilmente operan al unísono. 

 

Y, seguro que te estarás preguntando cómo afecta todo esto a nuestra forma de adoptar el cambio tanto en nuestro entorno personal como profesional. Pues, notablemente, te diré... Cuando estamos conectados a nuestro sistema de supervivencia, nuestro cerebro elabora una serie de atajos y trampas mentales que le permiten conectarse a certezas (aunque éstas sean imaginarias o poco fundamentadas). De este modo, se activa nuestra “cháchara interior”: “esto seguro que no me sale…”, “verás lo que trae consigo este cambio”, “seguro que no funciona, ya lo intentamos antes…”, “no creo que sepa hacerlo, al ser nuevo para mi” ¿te suena? Nuestro “Pepito Grillo”, más lejos de ser nuestro amistoso aliado, se convierte en el peor de nuestros boicoteadores. Y lo peor, es que llegamos a darle crédito a toda la música celestial que nos muestra. Y el problema es que nos convertimos, al mismo tiempo, en el narrador de una historia catastrófica y el “escuchante” que atentamente sigue los capítulos de esta serie tipo Netflix y entonces nuestra mente se cierra. Aparece la “rigidez cognitiva”, la mentalidad fija. 

 

De hecho, nuestro cerebro, que no está precisamente diseñado para la felicidad, prefiere la infelicidad a la incertidumbre, pues está programado para ahorrar energía y, sobre todo, para procurar nuestra supervivencia. De ahí, surgen esos disparadores que anticipan resultados fatalistas para preparar a nuestro organismo, mandarle una señal de alerta y estar on fire para actuar, en caso de ser necesario se conecta de nuevo con la mentalidad fija, la que nos impulsa a reaccionar, más no a responder.  

 

Este concepto de Mindset, acuñado por la investigadora de la Universidad de Stanford, Carol Dweck en el año 2006, arrojó mucha luz sobre la manera que tenemos las personas para mirar, aceptar y abrazar el cambio, incluso para impulsar y “ser el cambio”. Ella nos hablaba de dos mentalidades o dos tipos de convicciones: Growth Mindset y Fixed Mindset.  

 

  • Fixed Mindset, “Yo soy como soy” o “este tema lo desconozco” …  Se trata de personas que se basan en poner excusas ante las equivocaciones, con lo cual no se asumen y tampoco se aprende. Esta reacción es debida a la tendencia del ser humano a proteger su identidad; por el miedo a perder, se opta por no arriesgar… y, por tanto, por victimizarse y no actuar. Se preocupan más respecto de lo que pasa, en vez de ocuparse por actuar a pesar de lo que pasa… se convierten en esclavos de las circunstancias, ubicando todo poder para cambiar fuera de ellos. Se conectan, por tanto, con su versión más limitante de sus creencias, lo cual les distancia notablemente del logro de sus objetivos. 
  • Growth Mindset, se trata de personas que están ligadas a la mentalidad de crecimiento que conlleva seguir aprendiendo. La pista fundamental está en el «Poder del Todavía», es decir que -a pesar del error- se vuelve a intentar, porque se sabe que aún se puede aprender, se abre una posibilidad, se confía en uno mismo. Estas personas se conectan con sus creencias más posibilitadoras y, desde ahí, dan un paso al frente para asumir retos, desafíos, posicionándose como verdaderos “protagonistas”. 

 

Stephen Covey en su libro “los 7 hábitos de las personas altamente eficientes” hablaba muchos años antes, justo de esto mismo. Hay personas cuyo círculo de preocupación se ensancha y los errores del pasado les bloquean y no les dejan avanzar para cambiar las cosas porque llegan a creerse que no van a ser capaces; y hay otras personas que deciden ocuparse de aquello que les preocupa y ensanchan su círculo de influencia. “Lo que pasa, pasa, pero ¿qué puedo hacer respecto de lo que pasa? ¿qué está en mi mano hacer con respecto a esto que pasa?”. Porque realmente, no podemos cambiar ni intervenir en lo que pasa…, y si nos lo creemos, podemos caer en un exceso de optimismo y, por tanto, de temeridad… 

 

De hecho, actualmente, ya se habla del Change Mindset, como el “proceso de configuración mental” enfocado hacia los patrones mentales preestablecidos que actúan de manera contradictoria con la consecución del éxito. 

 

Si nos damos cuenta, somos personas con “inmunidad al cambio”, es decir, tenemos una serie de creencias limitantes y poco posibilitadoras, heredadas y adoptadas de que los cambios suponen dolor, renuncia, dificultad, etc… y desde ahí, nos conectamos con el famoso “miedo al cambio”. Nos vemos como Quijotes ante la amenazante, fantasmagórica y hostil realidad y nos hacemos pequeñitos y nuestra confianza se tambalea, ¿verdad?  Y la confianza es el antídoto del miedo: “Un pájaro posado en un árbol nunca tiene miedo de que la rama se rompa, porque su confianza no está en la rama, sino en sus alas”

 

Por tanto, el reto en sí está en la resistencia al cambio. Superar esta resistencia revela oportunidades que, tal vez, se encontraban escondidas. Cuando la mentalidad cambia, se crea un nuevo concepto de vida del que surgirán beneficios y, por supuesto, nuevos retos. 

 

Pilar Jericó, en su libro “No Miedo”, nos da tres buenas pistas para trabajar nuestra “mentalidad de cambio”. Para modificar la forma de ver la vida, el secreto está, en primer lugar, en la capacidad de asumir los retos que se presenten. El segundo aspecto a tener en cuenta sería estar en una situación de constante aprendizaje; despertando intereses escondidos en el subconsciente. La tercera pista para «aprender a ver» está directamente ligada a saber afrontar los obstáculos, generando incluso una especie de feedback con éstos (¿qué me aportan? ¿qué me permiten aprender? ¿a qué me retan o desafían…? ¿qué dicen de mi?). 

Sin duda, conectarnos con una mentalidad de cambio, tiene mucho que ver con… 

 

  • Superar nuestras propias barreras, es decir, tomar consciencia de las resistencias o frenos que nos impiden avanzar. 
  • Poner una mirada en el futuro, ¿qué me deparará? desde la curiosidad del niño que nos invita a aprender de lo que venga… Recuerda que el miedo se relaciona con la mirada al pasado, con el apego y la angustia de perder.  
  • Identificar nuestros "pensamientos automáticos" que revelan prejuicios ya establecidos y que nos bloquean más que nos ayudan. Nuestra mente está llena de trampas, que hay que ir sorteando como si de un slalom se tratara...Te invito a mantener “conversaciones contigo mismo” para desfundamentar o quitar peso a todo aquello que bloquea tu avance. 
  • Hacer un ejercicio de proactividad y centrarnos en lo que está en nuestras manos (donde realmente radica el poder), lo cual modifica el diámetro de nuestro círculo de influencia del que hablábamos antes. Conviértete en una cebra (de esas que no tiene úlcera, como decía Sapolski en su libro) y ocúpate en ocuparte, no en preocuparte. 
  • Priorizarte. Ponte en primer lugar y cuídate para atesorar un buen bienestar físico y emocional. Recuerda que, con el cuerpo agotado y la mente en estado catatónico, es muy difícil estar fuerte ante la tormenta.  Tu puedes ser tu “mejor persona vitamina”. 

Y para finalizar, como ilustraba Viktor Frankl en su libro “El hombre en busca de sentido”: “Cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”. Y tú, ¿qué necesitas cambiar en ti para aceptar el cambio fuera de ti? 

 

Si quieres profundizar más sobre cómo desarrollar la mentalidad de cambio te invitamos a que vuelvas a ver la Masterclass impartida por Begoña Rodríguez, experta en neuroliderazgo, coach y directora de Time to Talent:

 

Contact

Any questions? Interested in finding out more?

Just let us know and we'll be in touch.

${message}$