“En general, a la gente no le gusta cambiar. Y me llevó mucho tiempo darme cuenta de por qué. Y todo se reduce a una palabra: los paradigmas.”
Arie van Bennekum lo tiene claro. Lleva más de 20 años trabajando con organizaciones, desde la Marina hasta empresas de cualquier tamaño y tipo, en decenas de países a través de su plataforma WeManity con el objetivo de hacer más ágil al mundo empresarial. Y su metodología, Agile, aunque muy compleja en lo específico, se reduce a un cambio de mentalidad muy sencillo en el fondo pero muy difícil de llevar a cabo.
La filosofía Agile
Agile es una filosofía que nace de un manifiesto desarollado por diecisiete profesionales del software a partir de cuatro valores clave, con el objetivo de simplificar la comunicación y acelerar los procesos de entrega de un producto:
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Personas e interacciones antes que procesos y herramientas. Hay muchos trámites burocráticos y procesos internos que interfieren en una comunicación fluida, tanto de manera individual como colectiva.
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Software funcional antes que documentación exhaustiva. Un exceso de documentación, ya sea en forma de briefings eternos, diseño high-level o exceso de expectativas en las primeras fases de planificación puede destruir los objetivos de un proyecto, tenga o no forma de software. Agile propone iterar rápido y que cada pata de un proyecto pueda valerse por sí misma lo antes posible.
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Colaboración entre clientes antes que negociación de contrato. La búsqueda de garantías en las primeras fases de planificación supone que a veces el cliente se involucra en el desarrollo antes de que el desarrollo comience. Luego, como contrapartida, durante el desarrollo el cliente se ausenta y solo ve el producto finalizado. Agile propone que el cliente forme parte del desarrollo, de tal forma que las iteraciones funcionales puedan ser testadas y replanteadas a partir de las necesidades que vayan surgiendo.
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Responder ante los cambios antes que seguir un plan. Esto no significa que haya una ausencia de plan, pero como cualquier barco, mantener un rumbo sin responder a contratiempos puede llevar un proyecto a la deriva. Iteraciones más cortas de un producto ayudan a que cualquier cambio sea menos traumático y se pueda llegar más fácilmente al objetivo propuesto en un principio.
Los valores detrás de Agile, por tanto, quedan claros. Sus doce principios son fácilmente accesibles. A partir de ahí, surgieron una miríada de herramientas y metodologías, que suponen distintas formas de aplicar Agile dependiendo de contextos y necesidades del usuario. Algunas muy famosas son SCRUM (con sus Sprints, sus ceremonias y su forma de descomponer procesos), KANBAN, Lean StartUp... todas ellas con sus particularidades pero, como decimos, muy conocidas y establecidas. Pero con un problema de base a la hora de aplicarlas. “Existen muchos recursos para encontrar detalles técnicos de Agile por internet, pero en realidad todo pasa por aplicar el concepto. Cambiar el mindset”. “No aprendes a conducir el coche simplemente recibiendo clases. Tienes que ponerte a hacerlo. Y tienes que tener a alguien a tu lado para decirte que lo estás haciendo bien.”
Es entonces, durante el día a día, donde surge más resistencia a la hora de aplicar metodologías ágiles y donde más peligro hay de volver a malas costumbres. “Este es uno de los paradigmas más importantes: el cambio es beneficioso”. El cambio no solo es el proceso de cambiar de dirección hacia metodologías ágiles; también forma parte de la propia filosofía. Es decir, Agile lleva el cambio como constante. “Suena a paradoja. Pero primero de todo, subestimamos el poder de sentirse a salvo. Vale, tu trabajo es aburrido, pero es seguro. ¿Sabes lo difícil que es sacar a alguien de ahí? Y a la vez, el ser humano tiene un sentido de la curiosidad y quiere saber más. Si combinas a esos dos y puedes aceptar el cambio como un hecho en tu vida, entonces llegarás a buen puerto.”
“Me encanta esa frase que Churchill dijo, presuntamente: ‘La perfección no es un estado, es una ambición a la que solo puedes llegar cambiando todo el rato.’”
“El cambio debería ser un hábito.”
Aplicando el cambio de paradigma
Una vez aceptado el cambio de paradigma, ahí es cuando entran reestructuras empresariales grandes como en las que interviene Arie. Primero, hacen un diagnóstico: “¿Qué quieres conseguir?” “¿En qué estado te encuentras en este momento?” “Si quieres correr una maratón, necesito saber tu condición física actual.” Desde ahí comienza un periodo de tres meses que consiste en “ir a la gente, hablar con la gente, para saber cómo están trabajando.” Y poco a poco van formando equipos ágiles en ciclos de tres meses con la intención de cambiar de forma tangible a toda la empresa. “La empresa solo se beneficia de ese proceso de transformación si la corporación en su totalidad puede llevar valor al mercado. Porque si tienes un departamento de IT muy rápido pero el de marketing es muy lento no puedo llevar el producto al mercado. Todavía no obtengo los beneficios, ¿no? Necesitas hacer el proceso de forma colectiva.”
Un proceso muy complejo y meticuloso en empresas de gran tamaño, con ciclos de tres meses, con los llamados front-runners que lideran el cambio, y lo que Arie denomina el “permafrost”, el middle-management, como gran bloque de hielo a derretir. Si bien, al final, el cambio tiene que venir desde arriba. “Tienes que construir espacios de trabajo seguros donde la gente pueda aprender.” Esto significa que el líder tiene que predicar con el ejemplo y trabajar en construir a personas, poniéndolas por delante del proceso o del resultado. “Si quieres que tu equipo se comporte de forma ágil, tienes que empezar por ti mismo”. En su experiencia, en demasiadas ocasiones el miedo se vuelve el protagonista, y termina acabando con cualquier posibilidad de cambio. “Si tus trabajadores están gestionados a través del miedo… Agile fallará. Y la empresa también fallará, porque cualquier cosa que mate la transparencia también matará a Agile.”
El futuro es ágil
Es muy interesante entender la relación entre el cambio de metodologías de trabajo en las nuevas generaciones, que al fin y al cabo es lo que representan las Startup, contra el proceso más lento y laborioso de las corporaciones clásicas. Arie predica con el ejemplo, como él dice, “uso KANBAN para mis tareas personales todo el rato. Lo uso para mantenerme concentrado y no hacer muchas cosas a la vez”, si bien el cambio es total y absolutamente generacional. De hecho, para él “los Millenials no quieren de la vida las mismas cosas, y más que Agile son los conceptos alrededor de Agile [los que les llaman la atención], ser el arquitecto de tu propia vida”. Es una herramienta clave para mantener al talento emergente en tu empresa: “Si quieres mantener a tu gente, deberías cambiar a un concepto ágil. La gente no está tan interesada por el retorno económico”, y de hecho dice que ya no quieren bonuses y retribuciones monetarias, “la gente quiere sentirse propietaria y partícipe”.
La conclusión es que, para Arie, su misión y la de Agile se basa más en acelerar y en llevar a buen puerto un cambio generacional que es respuesta a la época de incertidumbre en la que vivimos. Sus beneficios son claros: te ayuda a abrazar el ritmo de innovación y cambio; por lo tanto, hace a los equipos más reactivos; y por último, atrae al talento porque la forma de trabajo es abierta y transparente, es motivadora, ya que todo el mundo es responsable y autónomo. “En el mundo de hoy, donde tenemos a gente con distintos requerimientos, con el ritmo de innovación que llevamos, y las continuas oportunidades de cambio, lo que hace Agile es hacerte reaccionar ante el cambio, y te hace llegar más rápido al mercado.
Por lo tanto, te hace a prueba del futuro”.